The Big Scope
- Federico Quinzaños
- Feb 13
- 6 min read

Donald Trump no ha perdido la razón, ni se está disparando en el pie como algunos sugieren. Lo que estamos viendo es parte de una estrategia calculada, donde los aranceles no son más que una táctica inicial. Para comprender realmente lo que está en juego, debemos adoptar una perspectiva más amplia: el big scope. Solo al analizar las dinámicas globales con un enfoque histórico y sistémico podremos entender qué se está negociando y, más importante aún, por qué.
La perspectiva lo es todo
La clave de cualquier negociación exitosa radica en comprender la perspectiva de tu oponente. Pero esto no es solo un ejercicio de empatía; también es un acto estratégico. Dominar la perspectiva significa encontrar ese punto de equilibrio entre la empatía y la apatía: un punto donde puedas presionar los botones correctos para alterar las emociones de tu adversario. Hacerlo enojar, nervioso, o incluso llevarlo al borde del miedo puede ser suficiente para desestabilizar sus ideas y ganar la negociación. Es un juego de psicología, tan antiguo como el poder mismo.
Los ciclos históricos y el momento actual
George Friedman señaló en su libro The Next 100 Years que el mundo cambia en ciclos de 100 años, impulsado por valores, tecnologías, sistemas de comunicación y conflictos generacionales. Sin embargo, si reducimos este marco, podemos observar que incluso dentro de cada siglo, los cambios fundamentales ocurren en intervalos de 20 a 25 años.
En el siglo XX, cada cuarto de siglo trajo transformaciones drásticas:
· Primer cuarto: Europa perdió su dominio global tras siglos de equilibrio de poder.
· Segundo cuarto: La Segunda Guerra Mundial reconfiguró el orden global y dio lugar a instituciones internacionales.
· Tercer cuarto: El mundo adoptó un sistema bipolar liderado por la URSS y Estados Unidos.
· Cuarto cuarto: Estados Unidos emergió como la hegemonía indiscutible.
Hoy, en el siglo XXI, estamos en el segundo cuarto de este siglo, entrando en un sistema de dos bloques. El mundo está organizándose bajo un esquema que podríamos describir como un Yin-Yang geopolítico: un bloque liderado por Estados Unidos que va de Panamá a Polonia, y otro liderado por los BRICS, que se extiende desde Venezuela hasta Rusia. Estos bloques no solo compiten por territorio o recursos, sino también por valores, ideologías y estructuras de poder.
La era de la competencia estratégica
China no solo compite, sino que está ganando en áreas clave: inteligencia artificial, biotecnología, infraestructura, manufactura, defensa, producción energética, y más. Estados Unidos, aunque aún dominante en muchos frentes, enfrenta desafíos serios. Las comparaciones entre ChatGPT Vs Deep Seek, Tesla Vs BYD, TikTok Vs Instagram, Huawai Vs Apple o Amazon Vs Alibaba son solo la punta del iceberg.
Sin embargo, esta competencia tecnológica y económica oculta una verdad más profunda: los éxitos chinos han sido, en muchos casos, adaptaciones y mejoras de ideas estadounidenses. Pero aquí radica la gran diferencia: mientras China y Rusia operan bajo sistemas centralizados que les otorgan un control estatal férreo, el "mundo libre" ha sido históricamente el terreno fértil para la creatividad y la innovación. Einstein, Jobs, Zuckerberg, Bezos y Musk son productos de sistemas donde la libertad impulsa la creación de nuevos mundos.
El gran objetivo: construir una gran región
Es importante entender qué se está negociando y por qué. Lo que estamos presenciando no es solo un enfrentamiento entre naciones, sino un esfuerzo por construir una gran región que conecte América del Norte, América Central y el Caribe bajo una estrategia común. Sin embargo, como muestra la historia, construir imperios nunca ha sido un proceso suave. La historia está llena de ejemplos de cómo las conquistas, lejos de ser diplomáticas, suelen ser brutales y divisivas.
Construir un imperio nunca es suave
Históricamente, los imperios no se construyen mediante acuerdos diplomáticos suaves. Se forjan con tácticas agresivas, conflictos y reconfiguraciones drásticas. Hoy estamos presenciando un intento de reestructuración de la hegemonía estadounidense. La pregunta es si este giro estratégico será suficiente para revertir su aparente declive o si, como argumentan libros como The Decline and Fall of the Roman Empire o Why Nations Fail, estas acciones extremas solo acelerarán la caída.
Debilitar a los oponentes: un manual estratégico
En el panorama político global, las estrategias de poder rara vez se construyen desde la diplomacia pura. Más bien, están diseñadas para debilitar a los oponentes antes de buscar acuerdos duraderos. Donald Trump, como lo demuestra su historial, parece haber adoptado esta aproximación con precisión quirúrgica. Su enfoque hacia México, probablemente el actor más difícil y “rebelde” dentro de la región que busca consolidar, ilustra este método: una suma de tácticas que buscan minar no solo la resistencia política, sino también la moral y la cohesión social.
La desestabilización como táctica
Debilitar a un oponente no solo requiere acciones directas, sino también una narrativa que lo socave ante los ojos del mundo. Un ejemplo contundente es la manera en que se ha intentado borrar, simbólicamente, el papel histórico del Golfo de México. Con un tuit y el respaldo de algoritmos de búsqueda como Google, se intenta reescribir 400 años de historia, presentando una narrativa en la que esta región estratégica es simplemente un espacio más dentro del tablero global, carente de la importancia geopolítica que siempre ha tenido.
Esta es una táctica que opera en múltiples niveles: por un lado, redefine el significado simbólico de una región clave, y por otro, minimiza su relevancia en términos de identidad cultural y soberanía. Este enfoque no solo desorienta a los actores locales, sino que también reconfigura cómo el resto del mundo percibe la región.
Los cárteles como herramienta narrativa
Otra táctica clave ha sido la designación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas y su vinculación implícita con el gobierno mexicano. En la psique estadounidense, los grupos terroristas representan la máxima amenaza a la seguridad nacional. Al enmarcar a los cárteles en esta narrativa, se traslada automáticamente la imagen de México de un vecino conflictivo a un peligro existencial.
Pero esta estrategia no solo es efectiva dentro de Estados Unidos. También genera un efecto dominó en la percepción internacional de México, dificultando su capacidad para negociar desde una posición de fuerza. Además, la narrativa de los cárteles como terroristas legitima acciones extremas como redadas masivas en supermercados, escuelas, iglesias y otros espacios públicos, que, aunque enfocadas en la población migrante, envían un mensaje claro: nadie está fuera del alcance del Estado.
La manipulación de la perspectiva: un ataque psicológico
Un elemento crucial de esta estrategia es el uso de la perspectiva como arma. Las redadas masivas, ampliamente documentadas en plataformas como TikTok, no solo generan miedo entre los migrantes y las comunidades latinas en Estados Unidos, sino que también buscan amplificar ese temor a nivel global. Los videos de personas llorando, enojadas y aterrorizadas crean una narrativa visual potente que refuerza la idea de vulnerabilidad. En este contexto, los afectados no solo están atrapados físicamente, sino también psicológicamente, incapaces de escapar de una percepción que ha sido cuidadosamente construida para minar su moral.
El objetivo final: consolidar el control regional
Estas tácticas no son aleatorias. Forman parte de un plan más amplio para consolidar el control de una región que incluye Canadá, Groenlandia, Panamá, Centroamérica, el Caribe y, por supuesto, México. Cada uno de estos actores representa un desafío único, pero México ocupa un lugar central debido a su tamaño, proximidad geográfica e interdependencia económica con Estados Unidos. Al debilitar a México a través de tácticas narrativas, económicas y sociales, se crea un entorno en el que negociar desde una posición de fuerza es casi imposible. En lugar de abordar los problemas estructurales de la región, se opta por una estrategia de desgaste que busca moldear la región de acuerdo con los intereses estadounidenses, aun a costa de fracturas sociales y culturales.
El dilema de la resistencia
La estrategia de debilitar a los oponentes no es nueva; es una constante en la historia de los imperios. Sin embargo, también plantea un dilema fundamental: mientras más se presiona a un actor, mayor es el riesgo de generar una resistencia organizada e incluso una ruptura violenta. México, con su historia de orgullo nacional y su capacidad de recuperación, representa tanto una oportunidad como un desafío para esta estrategia. La pregunta no es si esta táctica funcionará a corto plazo, sino qué tipo de relación a largo plazo puede surgir de una región donde las negociaciones están fundamentadas en el miedo y la coerción.
Un tablero global de monopolio
Lo que vemos no es una negociación aislada, sino un tablero global de movimientos estratégicos. Mientras Marco Rubio se enfoca en Centroamérica y el Caribe, Elon Musk twittea sobre la necesidad de "hacer a Europa grande de nuevo". J.D. Vance arremete contra México, y el propio Trump mantiene una narrativa constante hacia Canadá. Cada pieza está cuidadosamente colocada para maximizar la presión y avanzar en una visión regional.
El invierno se acerca
Los aranceles son solo el comienzo. Vendrán más tácticas: la redefinición del Golfo de México, las acusaciones hacia los cárteles, las redadas masivas y, probablemente, nuevas sanciones económicas. Detrás de cada acción hay una estrategia clara, un plan meticulosamente diseñado para forjar una gran región que, como todos los imperios anteriores, no será construida sin tensiones y sacrificios.
Conclusión: el dilema del imperio
En última instancia, lo que estamos viendo es un intento de reconfiguración global liderado por Estados Unidos en un momento crítico de su historia. Como ocurrió con los imperios pasados, el éxito de esta estrategia dependerá no solo de su fuerza militar y económica, sino también de su capacidad para adaptarse y redefinir su narrativa en un mundo cada vez más complejo y polarizado.
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