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La Puerta Roja de The Grand North America


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La semana pasada viajé a Londres para asistir al Concordia Europe Summit, uno de los encuentros más relevantes del continente, donde líderes políticos, empresariales y sociales dialogan sobre el presente y el futuro de Europa. Representamos a The Grand North America, una iniciativa que busca algo urgente y profundo: convocar a los líderes del continente americano —de México, Estados Unidos y Canadá— a imaginar, diseñar y confeccionar las instituciones del futuro.


Porque el mundo está cambiando de forma radical. Estamos en medio de un cambio civilizatorio, donde los modelos del siglo XX ya no bastan para enfrentar los desafíos del XXI. No se trata solo de reformar gobiernos; se trata de crear nuevas arquitecturas institucionales desde otros frentes: la ciencia, la empresa, la academia, la cultura, el entretenimiento y la conciencia. Esa es la tarea de The Grand North America: facilitar el surgimiento de una nueva generación de instituciones regenerativas, incluyentes, tecnológicas y con propósito.


Y, sin embargo, fue fuera del Summit donde encontré el símbolo más poderoso de este viaje.


Caminando de regreso al hotel, noté una puerta roja. Solitaria. Silenciosa. Intensa. Algo en su presencia me detuvo. Le tomé una foto y no pude dejar de pensar en ella. Sabía que era la entrada a algo. Me quedé hasta tarde pensando en esa puerta. Al día siguiente, me levanté a las 5 a.m., volví a verla y descubrí una historia increíble. Esa puerta está justo entre dos parques históricos de Londres: Tavistock Square y Gordon Square. En ese espacio convivieron o pasaron figuras como Charles Dickens, Mahatma Gandhi, Virginia Woolf, John Maynard Keynes, el Círculo de Bloomsbury y el Instituto Tavistock: uno fue el campo de fuerza intelectual que soñó una nueva modernidad; el otro, el laboratorio que diseñó el alma colectiva del mundo occidental. En medio de esa energía: esa puerta. Roja.


Ahí entendí todo.


Esa puerta es mucho más que una entrada a un edificio. Es un código. Un umbral simbólico. Representa la frontera entre el viejo mundo y uno nuevo. Y, por eso, esa puerta se convirtió en el ícono perfecto para The Grand North America. Porque no es en Washington, ni en Nueva York, ni en Toronto o Ciudad de México donde nace este proyecto. Nace, paradójicamente, desde Londres: la isla que escribió el mundo.


Los ingenieros del relato global


Los ingleses han sido los grandes creadores de las narrativas del mundo moderno. No solo impusieron un idioma, sino una forma de pensar. Codificaron el poder en instituciones, mapas, sistemas legales, educativos, económicos y culturales que aún hoy estructuran la realidad global.


Su literatura no solo entretiene: organiza la imaginación colectiva. Desde Shakespeare hasta Harry Potter, crearon mundos donde el relato moldea la existencia. Su música —de los Beatles a Radiohead— ha sido la banda sonora emocional de generaciones. Y sus instituciones, como Tavistock, han sido laboratorios para modelar la conducta, las aspiraciones y las emociones de Occidente.


El dominio del inglés no es un accidente: es el idioma en que piensa el mundo. Los negocios, la diplomacia, la tecnología, la ciencia y el entretenimiento global están escritos en esa lengua cargada de historia imperial. Pero, más allá del idioma, los británicos perfeccionaron algo esencial: la elegancia del poder narrado. Convirtieron la corona en espectáculo, las guerras en epopeyas, el humor en crítica y el control en cortesía. Han hecho del understatement una forma de autoridad y de la narrativa imperial, una saga global.


La Puerta Roja no es una metáfora. Es una frecuencia.

Y, por eso, esa puerta roja no es decorativa. Es un llamado.


La Puerta Roja de The Grand North America es el recordatorio de que toda gran transformación inicia con un acto de conciencia: soltar el mapa viejo. Dejar de pensar en respuestas del pasado para un presente que ya no existe. Cruzar hacia una nueva frecuencia de pensamiento, de visión y de liderazgo.


No todos la ven. No todos están listos para cruzarla. Pero quienes lo hacen ya no regresan siendo los mismos.


The Grand North America nace ahí: entre la historia y la posibilidad. Entre el relato que nos formó y el propósito que nos llama. Es el continente de la libertad, sí, pero también de la responsabilidad. Es la última gran región que aún puede regenerar el orden global desde una misión común.


Y todo comenzó con una puerta. Roja. En Londres.

Porque, a veces, lo que buscas te encuentra primero.

 
 
 

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